domingo, 18 de septiembre de 2011

DESAGRADECIDA


Qué hago quejándome de la vida,
mirándome el ombligo,
dejando la comida.

Qué hago gastando el agua caliente,
comprando ropa innecesaria,
examinándome cada diente.

Qué hago sin poner atención en la clase,
mientras mis papás sudan,
dejo que el estudio pase.

Qué hago dándole consejos a la gente,
si ni siquiera tengo arreglada
mi vida y mi mente.

Qué hago reprochándole a mi hermana,
el feo vicio de comerse las uñas,
pero yo fumo cada mañana.

Qué hago por cambiar el mundo,
si no valoro lo que tengo,
y caigo más profundo.

Con qué moral salgo a la calle optimista
si no encuentro un sentido
ni tan siquiera una pista.

Qué hago quejándome de la vida,
que aun tendiéndolo todo,
soy tan desagradecida.


viernes, 9 de septiembre de 2011



ALGO APRENDÍ

LECCIÓN IV : EL LENGUAJE

esto es puro Caro y Valen...
A ellas les dedico este post.

Para todas las mujercitas
existe una regla primordial:
"Al expresarte necesitas
ser pulcra y educada en general".

Ni rastros de malas palabras
ni vocabulario grosero y vulgar.
Las expresiones obscenas
están siempre fuera de lugar.

¡Ay de ti si te escucho
diciendo malpajmjm o hijuetantas!
Ese lenguaje está, por mucho,
alejado de las niñas buenas y santas.

Esas palabruchas son propias de las neas;
de grillas sin modales, pobres, mañés y feas;
de borrachos, mocosos, mala vida y viciosos;
de fufurufas, futbolistas, de valijas y ociosos.

Procura, tú, en cambio,
demostrar tu buena cuna:
conjuga bien los verbos
sin cometer falla alguna.

Que queden todos encantados
con tu charla elocuente.
Que con ademanes refinados
crean que tú eres decente.





ALGO APRENDÍ

LECCIÓN III : EL TRANSPORTE




Si vas a algún lugar

más te vale tener un buen carro.

Nada se ve más vulgar

que andar en cualquier cacharro.



Y si no lo tienes por cuestiones de dinero,

asegúrate de llamar a tiempo a un compañero,

y que te recoja en su Twingo o su Campero

y te arrime aunque sea a cualquier estadero.



Pero si con esto no tienes suerte,

mejor es quedarse metido en la casa.

Si sales a pie alguien puede verte,

Y ¡qué pena!, esa sería la peor desgracia.



Si la necesidad es muy urgente

y por desgracia te toca tomar algún bus,

hazlo donde no te vea la gente

y tápate la cara como si te molestara la luz.



Si por algo te montas en una chatarra amarilla,

pégate atrás del espaldar lejos de la ventanilla.

Y no te hagas adelante al lado del conductor,

si no quieres conocer su lado más seductor.



Sigue atenta mis consejos sabios y útiles,

sirven para conservar la buena reputación.

Pues todos reparan estos asuntos sutiles,

que hablan de tu estrato y tu manutención.









LA BELLA DURMIENTE



Era un palacio blanco como la nieve. En su interior una muchacha de cacheticos rojos dormía plácidamente. La cubría un vestido largo, túnica blanca como su tez. La palidez del cuarto era apenas el contraste de las flores que inundaban la habitación como buscando a la joven. Poco a poco llegaban por doquier y reposaban al rededor de su cama. El conjunto de hermosura y aromas era conmovedor: tanta pureza, tanta tranquilidad.

Sus ojos se habían sellado hace ya varios años. Todo por un pequeño chuzón. Esa agujita pequeñita había penetrado su delicada piel y le había inyectado todo su veneno.


"Ya me tengo que ir" -le advirtió a su compañera antes de salir de la bóveda oscura y escondida. Algo no estaba bien: en el fondo lo presentía. Su compañera no le parecía del todo una buena compañía. Bella sí, de risa suelta sí, pretendida sí, pero sus ojos escondían una amarga oscuridad. Y sin embargo esa noche esa mujer se veía como una anciana decrépita y desgastada, encorvada en una esquina. Un escalofrío intenso y repentino subió por las venas de la muchacha y tuvo la impresión de que se le hinchaba el cerebro. Dio la espalda e intentó salir huyendo por las escaleras. pero la voz débil de su compañera hizo que se diera vuelta para contemplar por última vez el horroroso espectáculo. Y en vez de concentrar su mirada en la patética mujer fue cautivada por la aguja que aun reposaba por ahí. Parecía emitir una luz propia. Brillaba. Un impulso la traicionó y le corrió los pies en dirección opuesta a la salida. La muchacha apreció el líquido atrapado en esa jeringuita. La punta recibía un haz de luz que provenía de algún lugar remoto. La punta brillaba. Brillaba...


"Lo lamento -dijo el médico- se trata de una intoxicación en el cuerpo: alguna alteración de heroína. Su cuerpo no soportó tanto. Entró en coma.

domingo, 4 de septiembre de 2011

VERGÜENZA

Podría ponerme un sombrero de papagayo y llegar así a la fiseta de integración de mis compañeros del colegio.

Podría sentarme a comer carne con la mano en plena reunión con mi suegra.

Sería capaz de cantar desafinada frente a un auditorio con más de cinco mil personas.

Y bailar reggaetón "a lo mañé" en plena calle de El Poblado.

Todo eso podría hacer sin sentir pena ni vergüenza.

Por eso algunos piensan que soy valiente.

Pero la verdad es que no puedo aparecerme en un lugar con personas a las que revelé mis sentimientos más íntimos.

No soy capaz de volver a darles la cara.

En el fondo a algo sí que le tengo vergüenza: a lo que soy.

Me avergüenzo conmigo misma.

Me da vergüenza con la vida: lamento que le haya tocado trabajar en los zapatos de esta deschavetada con alma de vagabunda, de delincuente, de antisocial.

Alma violenta, alma traicionera, alma de nadie, alma indiferente y egoísta, alma con rencores y odios profundos, alma trastornada.

No soy capaz de pedirle perdón a una persona a la que insulté con la palabra, o la mirada, o el silencio.

Y créanme: no es porque no sienta deseos, sino porque me puede la vergüenza de admitir lo que soy.

Cualquier persona con atuendo extravagante,

o con malos modales en cenas importantes,

incluso con pésimos talentos musicales,

o actitudes de loca borracha por el sacol,

sería más digna de mirar con la frente en alto,
y sonreírle agradecida a la vida.