sábado, 30 de junio de 2012

TU NO SABES AMAR



Tú no sabes amar; ¡acaso intentas
darme calor con tu mirada triste?
al amor nada vale sin tormentas,
¡sin tempestades... el amor no existe!
Y sin embargo, ¡dices que me amas?
No, no es amor lo que hacia mí te mueve:
el Amor es un sol hecho de llamas,
y en los soles jamás cuaja la nieve.
El amor es volcán, es rayo, es lumbre,
y debe ser devorador intenso,
debe ser huracán, debe ser cumbre...
debe alcanzar hasta Dios como el incienso!
Pero tú; piensas que el amor es frío?
Que ha de asomar en ojos siempre yertos?
Con tu anémico,...anda bien míoo,
anda al osario a enamorar los muertos!




Julio Florez
Poeta Colombiano

sábado, 23 de junio de 2012

Y PREGUNTAS PARA QUÉ

El bebé fue escupido con arte, con gracia de su madre.
Salió una hermosa criatura, tan tierna e indefensa.

la madre se alegró al ver que,
después de sus gritos desgarradores y dolorosos,
de sus entrañas salía el fruto de la espera.


Vio aquella obra y se conmovió de inmensa felicidad, 
al contemplar la paz de su bebé aun en silencio.


De inmediato se percató de que el médico, 
agarrándolo por los pies y colgándolo de cabeza, 
se disponía a pegarle una palmada en las nalgas.


Entonces la madre soltó un último grito
y el médico se detuvo en el acto.

-¡No se atreva!
-Pero señora, el niño debe llorar.
-Ni se le ocurra. Mi niño no sufrirá por ningún motivo, menos por una agresión.
-Si no llora, morirá. Créame que no es un dolor con el que e´no pueda. El llanto le dará aliento. Una palmada, sin duda, es dolorosa, pero la soportará y en vez de matarlo, le dará fuerzas... le dará vida.
-Cómo se atreve. Su cinismo no tiene límites. El sufrimiento no tiene ninguna justificación.
-Le repito mujer, es necesario. ¿Acaso no valió la pena el dolor, las lágrimas, mareos y gritos que sufrió para dar a luz?

Pero la mujer era testaruda y estaba convencida de que lo único que quería para su hijo era el bien, así que no consintió al médico, y en cambio le pidió que lo limpiara y se lo pasara para abrazarlo a su lado.

Así, el médico le pasó el cuerpecito apacible, suave y liviano del pequeño inerte, ahogado y tieso por su propio bien.